La iluminación ha sido especialmente estudiada para que vaya cambiando según los diferentes momentos del día, desde el desayuno, pasando por las horas de aperitivos y comidas hasta la cena o las copas. Combina los colores-luz de los murales retroiluminados, con diferentes secciones de focos regulables dirigidos a las mesas, así como una serie de focos RGB instalados en el objetivo de proyectar las sombras de 100 maniquíes que animan el techo haciendo corrillos y piruetas, o simulando charlar amigablemente; todos en blanco mimetizando con la propia superficie del techo, recuerdan en cierto modo de lejos a los corales marinos, sin embargo de cerca se aprecia la expresividad de sus movimientos, como si fueran personas reales que hubieran sufrido el síndrome del poeta y que al buscar, mirando al cielo, inspiración se hubiese quedado colgadas en las alturas (como dice Serrat en su canción).